EVANGELICOS Grupos
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   Fueron varios, según Flavio Josefo y otras referencias primitivas. Pero en el Evangelio se reflejan los siguientes.

   1. Fariseos

   En griego se decía "pharisaioi", y en hebreo "perushim", los separados. Constituyeron un grupo que continuaba la labor de los "hassidim" o piadosos, nombrados como estudiosos de la Ley en los primeros tiempos macabeos (rebelión de Matatías el año 167).
   Sus seguidores, los fariseos, se multiplicaron lo largo del siglo II, a pesar de la oposición a los reyes asmoneos que condenaron a muerte a muchos del grupo. Su más cruel perseguidor fue Juan Hircano, rey y sumo sacerdote de Judea.   A lo largo del siglo I a de C. consiguieron prestigio entre el pueblo por el rigor que imponían en el cumplimiento de la Ley, por el valor que otorgaban a las tradiciones, por el culto a las apariencias que profesaban. Su doctrina era poco dogmática y más ética y a veces mística. Reclamaban una pureza ritual rigurosa y condenaba a quienes se orientaban a otra cosa.
   Al llegar Herodes al poder 6.000 de ellos se negaron a prestar juramento de fidelidad con la consiguiente represión.
   Siempre mantuvieron rivalidad con los saduceos, que eran más liberales, racionalistas y aristócratas. Su influencia se mantuvo, pues muchos rabinos que se desplazaban por las aldeas y lugares alejados de Jerusalén para explica la Ley en las sinagogas que eran de su movimiento.


   Especialmente agresivos eran con los extranjeros que dominaban Palestina. Por eso siempre estuvieron contra los romanos y sus aliados
   Aparecen en los relatos evangélicos como los adversarios más señalados de Jesús y fueron objeto de dura crítica por el Maestro (Mt. 23). Son 99 veces cita­dos en el Nuevo Testamento y en 15 ocasio­nes alude a ellos Jesús. El mismo S. Pablo recuerda que fue educado "como fariseo, que es el grupo más estricto de nuestra nación" (Hech. 26.5.
   Jesús los condenaba por sus actitudes morales y su rigor fingido. No condenó su doctrina “Haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen" (Mt 23.2). Ellos persi­guieron continuamente las acciones de Jesús con denuncias, intrigas y oposiciones. Con todo algunos, como Nicodemo y tal vez José de Arimatea, aparecen en los Evangelios como partidarios de Jesús (Lc. 7.37; 13.31).
   Sobrevivieron a la destrucción del Tem­plo y fueron apoyo para los sobrevivientes del pueblo después de la guerra del 66-70.
   Ellos fueron los que dieron la forma al judaísmo inmediato a la des­trucción. Con todo terminaron rechazados por los mismos judíos no fariseos, como se advierte en la condena en el Talmud palestino en el siglo V.

 

   2. Saduceos

   Movimiento o agrupación minoritaria judía, agrupada en torno al gobierno sacerdotal del Templo. Eran de corte liberal y racionalista. Negaban la inmortalidad, la existencia de ángeles, la responsabilidad moral, el alma. Sin embargo vivían de los tributos y donativos al Templo y respon­dían del orden social en Jerusalén. Su grupo surgió en el siglo I a. C. y tomó su nombre de Sadoq, sacerdote del período de los reyes David y Salomón, (Sam. 15. 24-29), aunque algunos los relacionan con los sado­qui­tas, familia sacerdotal que aparece men­cionada en 1 Rey. 4. 2-4.
   Los saduceos eran despectivos y aristócratas. Rechazaban la pureza ritual y los compromisos sociales, viviendo marginados del pueblo bajo. La mayor parte de los sacerdotes del Templo pertenecían a este movimiento por interés. Tenían las riendas de los tributos y de las propiedades, lo que les hacia más fuertes.
   Aparecen menos veces, sólo 14, en los textos evangélicos, pues la acción de Jesús se desenvolvía en el pueblo, terreno de los fariseos, y no en el Templo, terreno de los saduceos. El movimiento saduceo fue denunciado por Jesucristo: "cuidaos de la influencia de los fariseos y saduceos" (Mt. 16. 6-12). Los saduceos desaparecieron con la caída del estado judío en el año 70 d.C.

    3. Los escribas

    Algunos sacerdotes y algunos fariseos se entregaban en exclusiva a conocer e interpretar la Ley y la Historia profética del pueblo. Lo solían hacer con solemnidad y exclusivismo. Adquirieron prestigio de cultos, pero también de soberbios y distantes. Brillaron algunas figuras de la talla de Gamaliel, el más afamado entre los años 20 y 40 en Jerusalén.
   La exégesis que hacían de la Ley: sacrificios, plegarias, deberes, ritos purificatorios, pruebas de inocencia, solía ser muy considerada por la sociedad. Por eso tenían cierta aureola de intérpretes de la verdad divina. Ciertamente la cultura les venia de muchas horas dedicadas al estudio y de múltiples discusiones mutuas que agudizaban su ingenio. Estudiaban el texto directo de un texto (el hebreo) que ya no estaba escrito en lengua viva (arameo).
   Jesús alude a ellos también en sus condenas proféticas por el rigor con que muchas veces interpretan la Escritura y por la negación a admitir las profecías.
   Después de la destrucción del Templo, los escribas de los fariseos y de los sadu­ceos constituyeron grupos para interpretar la Ley y orientar la vida religiosa de los supervivientes, como por ejemplo el de Yamnia animado por Joahanan Ben Zakkai, el último de los grandes escribas primitivos.

4. Rabinos

   Del hebreo Rabbi ('mi maestro'). Es título honorífico concedido a los judíos especialmente eruditos y cuidadosos de la enseñanza de la Ley. Unas veces, pocas, eran sacerdotes de los niveles inferiores, que se entregaban a explicar la Ley a los peregrinos del Tem­plo o que, con vida ambulante, circulaban por las ciudades y aldeas fuera de Jerusalén.
   En ocasiones, sobre todo en tiempos tardíos, fueron también otras personas ajenas a la familia sacerdotal o, incluso, a la tribu de Leví, pero que ejercieron las mismas funciones catequéticas y pastorales.
   A veces surgían rabinos y predicadores que no procedían del Templo y se entregaba a la predicación y a la plegaria o penitencia. Así vieron los judíos a Juan el Bautista y también a Jesús. No provenían del Templo, pero pareció normal que se entregaran, como otros muchos, a la predicación profética.
   En los texto evangélicos se aplica a Jesús el nombre común de Rabbi (15 veces) o Rabbuni (2 veces), aunque los autores, que escribieron en griego, prefirieron escribir el equivalente de "didaskalos" (maestro, enseñante), término que se encuentra una 60 veces aplicado a Je­sús y luego a los Apóstoles.
   En el siglo I, a medida que la Diáspora aumentó en número y en capacidad económica, en muchas comunidades, además de la sinagoga, se deseó tener uno o varios rabinos capaces y hábiles para una tarea de custodia y animación religiosa. Entonces el título de Rabino se hizo más universal y significativo.


 

 
  Incluso se multiplicaron los grupos o escuelas que, en el siglo I, iniciaron muchas discusiones religiosas en torno a temas escriturarios. Son famosas las del rabino y escriba Shammai y el también rabino y profesor judío Hil.lel.
  Se fundaron grandes "yeshivas", o academias, en Palestina, como la de Jamnia y la de Tiberias, así como la de Babilonia, en donde surgen las de Sura, Nehardea y Pumbedita. Su labor estaba relacionada con la Escritura.
    Hoy los rabinos de las distintas naciones del mundo son más predicadores y pastores que autoridades religiosas. Pero ejercen una tarea excelente en los grupos judaicos, salvo cuando asumen posturas rigoristas o incluso trascienden las fronteras religiosas y se vuelven integristas en lo social y político.
   Desde un punto de vista tradicional, sólo los varones podían convertirse en rabinos. Sin embargo, en décadas recientes, los seminarios reformistas del judaísmo, tanto conservadores como reconstruccionistas, han empezado a ordenar a un gran número de mujeres.


   

 

   5. Sacerdotes

   En general es el que hace cosas santas, el intermedio entre Dios y los hombres. Todas las religiones han tenido sacerdotes, templos y cultos.
   En particular, hablando de los sacerdotes que aparecen en la Bi­blia, eran los descendientes de la familia de Aarón, el hermano de Moisés, quienes se encargaron de la atención al santuario y del ejercicio de las diversas funciones sociales del sacerdocio: plei­tos, indagaciones, tributos religiosos, discernimiento de enfermos, etc.
   Desde los tiempos de Moisés, las funciones del culto se cubren con miembros de la tribu de Leví, tribu que no obtuvo territorio asignado y se instaló en ciudades repartidas entre las demás tribus.
   Más tarde, cuando se organizó el Templo de Jerusalén bajo Salomón, la administración sacrificial y material de todo el culto se entregó a una familia sacerdotal distinguida, la cual se consagró de generación en generación a tal cometido. Lo compartió con familias sacerdotales subalternas, que se situaron al frente de los levitas o "trabajadores del culto".
   La historia de las diversas familias sacerdotales, cuyos vestigios quedan en la Escritura Sagrada, es difícil de interpretar, sobre todo después de la destrucción del Reino del norte (721 a C.) y del Tem­plo de Jerusalén (686 a C.), con las consecuencias naturales de la deportación.
    El regreso de grupos de Babilonia se halló presidido por los sacerdotes que cuidaron la reedificación del Templo. A ellos se debió precisamente, en el contexto de la rehabilitación del culto, la recuperación de los documentos y escrituras antiguas y la preparación de los Libros bíblico que hoy conocemos.
    El triunfo de la rebelión de los Macabeos contra los reyes sirios helenistas se debió a la familia sacerdotal de Matatías. Cuando sus descendientes, los reyes asmoneos, se hicieron con el poder absoluto, unificaron la monarquía con el sumo sacerdocio. Instalaron una teocracia exigente, la cual sería luego destruida por los romanos, quienes declararon a Judea provincia romana integrada en Siria (Pompeyo año 63) y entregaron el Reino a un idumeo (Herodes el Grande) y el sacerdocio al mejor postor del momento, como antes habían hecho los monarcas Seléucidas.
    El carácter extranjero del advenedizo tratará de ser borrado con la construcción de un nuevo templo, grandioso y bien dotado, y de una clase sacerdotal pudiente e interesada. Ello hizo a los sacerdotes socialmente fuertes en los tiempos de Jesús: tributos, sacrificios, influencias, culto, etc., pero poco respetados por el pueblo.
    Pero la influencia romana llegó incluso a condicionar a gabelas tributarias y a sobornos el nombramiento del Sumo Sacerdote y de los "príncipes de los sacerdotes más influyentes". Los cargos del Templo dejaron de ser oficios familiares y hereditarios y se convirtieron en transaciones comerciales dentro del voraz deseo de impuestos de los dirigentes romanos remotos (César) y próximos (Procurador o Prefecto de turno).
    En tiempo de Jesús los sacerdotes podían ser unos 6.000, divididos en familias y grupos que ejercían el culto por tiempos.
    La clase alta de ellos estaba constituida por el Sumo sacerdote, hereditario en principio, pero destituido en ocasiones por el Procurador romano. Así aconteció en el año 15, en que Anás fue despojado del cargo en favor de Eleazar; En el 18, Eleazar fue reemplazado por José Caifás, yerno de Anás.
    "Los príncipes de los sacerdotes" regían las tareas y funciones importantes: la recaudación de los tributos religiosos, la policía y el orden del Templo y de la ciudad santa, tal vez la presidencia ordinaria de secciones del Tribunal Sanedrín.
    Los sacerdotes de rango inferior ejercían sus funciones por turno y sus posesiones y residencia se hallaba lejos de la ciudad, a la que acudían cuando les correspondía el ministerio: ofrendas y sacrificios, bendiciones, purificación, juicios religiosos, etc.
    Los sacerdotes eran siempre varones sin defectos físicos, bastante lejanos del pueblo, sometidos a una estricta jerarquía, interesados en los bienes materiales. En los libros del Nuevo Testamento pasan casi desapercibidos en críticas o en muestras de aprecio y respeto a su dignidad y función.
   Con todo, en la Epístola a los Hebreos cobran una importancia especial, en cuanto símbolos del sacerdocio eterno de Cristo que ellos representaban y debido a que tal escrito atribuido a S. Pablo parece dirigido a cristianos provenientes de las esferas cercanas al culto antiguo del Templo.
   El sacerdocio, como institución social y como grupo, desapareció del judaísmo con la destrucción del Templo el año 67.

  6. Herodianos

   La Corte de Herodes el Grande (73-4 a.C.), rey de Judea (37-4 a.C.), creó un grupo de adictos interesados, que más o menos vivían de los servicios y benefi­cios reales: criados, cortesanos, soldados, administrativos, recaudadores de impuestos, etc.
   El grupo de herodianos se cita varias veces en los Evangelios. Tienen su centro de referencia en Jerusalén; pero desde la muerte del fundador de la dinastía y el reparto del reino entre tres de sus hijos: Arquelao (Judea), Herodes Antipas (Galilea-Perea) y Herodes Filipo (Iturea yTraconítide), el grupo de adictos se diversifica y se dispersa.
   Los herodianos eran en general partidarios de Roma, que sostuvo a Herodes el Grande y toleró, con alternativas, a sus descendientes. Tenían la hostilidad del pueblo, siempre influido por los fariseos y saduceos, enemigos acérrimos de la mo­narquía no davídica que Herodes inauguró.
   Esa lejanía les hará encerrarse en grupos atados al poder, aduladores del soberano y de sus oficiales, despreciados por los demás, espontáneamente unidos a los romanos y dependientes de ellos para su supervivencia.

   7. Zelotes

   Eran grupos de celosos (zelotes) israelitas de distinta procedencia, que se organizaban en facción religiosopolítica judía. Vinculaban los plantea­mientos religiosos a los sociales y actuaban con verdadero fanatismo en contra de los dominadores extranjeros y de cuantos los apoyaban.
   Herodes, con sus tropas propias, y los destacamentos romanos encargados del orden y de los tributos, les perseguían con encono mortal. Ellos respondían con la violencia guerrillera en la medida que les era posible.
   En el año 6 d. C., Judea pasó bajo dominio directo de Roma al ser destituido Arquelao y un Procurador sustituyó al depuesto hijo de Herodes, que se había excedido en sus atropellos y crueldades.
   Entonces los zelotas multiplicaron sus ataques sorpresivos, sobre todo cuando llegaban momentos cumbres: exacciones, recaudación de impuestos, empadronamientos, etc.
   Su lugar preferido de operaciones, sobre todo después de la muerte de Herodes, fue Galilea; ello contribuyó en Judea a crear fama de rebeldes y peligrosos a todos los galileos.
   Se conocen varios pueblos arrasados por las tropas romanas, como la ciu­dad de Séforis el año 10 ó 16, por haber dado acogida a los guerrilleros.
   Unos años antes, cuando el "empadronamiento" (según Flavio Josefo en "Antigüedades judías"), un tal Judas el Galileo, nacido en la ciudad de Gamala, había provocado una rebelión ahogada en sangre por Herodes y los romanos.
   No hay ningún dato para sospechar que alguno de los discípulos de Jesús, Simón, el zelote (Lc. 6. 15), tuviera nada que ver con estos grupos extremistas a pesar del apodo. Pero, en una sociedad explotada por tributos sin cuento y por fuerzas de ocupación, es normal que estos grupos estuvieran latentes, aunque en los años de la predicación de Jesús no existieran en forma activa, al menos en Judea.
   Según Flavio Josefo, los zelotes desempeñaron un papel importante en la rebelión contra los romanos el año 66. Apoyaron a diversas facciones enfrentadas entre sí, lo que a ellos mismos dividió en grupos incontrolables.
   En medio de sus rivalidades intestinas, lucharon con ferocidad en la defensa de Jerusalén, hasta su caída y la quema del Templo. Los que lograron escapar se refugiaron en la inexpugnable fortaleza de Massada, en el desierto, donde resistieron a la desesperada durante dos años. Agotados, decidieron en el año 73 d.C. un suicidio total, antes que aceptar la rendición, aunque cinco supervivientes lograron esconderse y cayeron en manos romanas.
   Los guerrilleros zelotas que se habían extendido en otras regiones, como Egipto o Asia, provocaron disensiones variadas, hasta que fueron exterminados.

   8. Sicarios

   El grupo más extremo de los zelotes, aunque minoritario, constituyo un peligro social en todos los ambientes. Realizaban crímenes anónimos por aquellos años, por medio de una pequeña daga escondida en sus vestidos.
   Aprovechaban las reuniones masivas, incluso en el Templo, para eliminar a los adversarios o a las personas colaboradoras con los extranjeros. La aglomeración del público permitía esconderse con facilidad y muchos de sus crímenes quedaban impunes.
   En caso de detención o sospecha de pertenencia al grupo el ajusticiamiento en la cruz era seguro.
   Nada prueba que el BarAbbas (popularmente Barrabas) preferido por los judíos a Jesús (Mt 27.16) ante Pilatos, a pesar de estar condenado por un homicidio y por ladrón, tuviera algo que ver con ellos.

   9. Esenios

   Fueron miembros de diversas procedencias y grupos, sobre todo fariseos, que se refugiaron en los desiertos. En lugar de luchar contra las prevaricaciones de los saduceos y sacerdotes del Templo o contra los colaboracionistas con los romanos, prefirieron cultivar la esperanza en la salvación final cuando Dios hubiera decidi­do.
   Vivían en forma célibe o en grupos de matrimonios, esperando el cambio de situación. Al prolongarse la estancia desértica, se organizaron en hermandad religiosa estable y construyeron asentamientos en forma comunitaria exigente y con regulaciones inspiradas por una ascesis rigurosa.
   La comunidad llegó a tener unos 4.000 miembros, con grupos en Siria y en Palestina. Tal vez los primeros existieron desde el tiempo posterior a los Macabeos. En el siglo I los conflictos y atropellos incrementaron su existencia. Su principal asentamiento, al menos el mejor conocido hoy, se encontraba a orillas del mar Muerto, en la zona de Qumram.
   Fue hallado el año 1948, cuan­do se realizó el espectacular descubrimiento de los documentos y textos sagrados escondidos en tinajas depositadas en cuevas inaccesibles al llegar los romanos en el año 67 ó 68.
   Los esenios no son nombrados en la Biblia ni en la literatura rabínica. La información que se tiene de ellos procede de Filón de Alejandría y del historiador Flavio Josefo. Los documentos encontrados en Qumram arrojan también muchas luces sobre sus normas y sobre los textos sagrados que usaban.
   Es probable que contaban con grupos diferentes: los "tsenium" (los modestos o castos) que vivían en celibato. Tal vez igual sistema de vida llevaban los "hashaim" (los callados), los "hasidim harishonim" (los santos ancianos o mayores), los "nigiyye" y los "had Da'ath" (los puros de pensamiento) e incluso los "wattiqim" (los hombres rigurosos). Las excavaciones del asentamiento de Qumram indican que un buen grupo vivía con sus mujeres e hijos.
   La vida de los grupos esenios se apoyaba en la comunidad de bienes y en el trabajo compartido. Practicaba una piedad sólida y una estricta observancia del"Sabbat" y de las purificaciones rituales. No hacían juramentos ni votos, salvo el compromiso con el grupo.
   No sacrificaban animales, no fabricaban armas, no participaban en el comercio. Reclutaba adeptos adoptando niños y exigían una prueba de tres años a los postulantes adultos.
   La obediencia era total y existía la expulsión si el voto de pertenencia no se cumplía. No aceptaban la esclavitud y hasta compraban esclavos para darles la libertad.
   Cultivaban la tierra y las artesanías y de ello vivían hasta su desaparición en la guerra judaica. Nada avala el que Juan Bautis­ta fuera un niño de Qumram, a pesar del texto evangélico (Lc. 1.80) que le sitúa en el desierto, ni que su mensaje de penitencia y conversión fuera eco de las doctrinas ascéticas de los esenios.

   10. Samaritanos

   Grupo frecuentemente aludido en los textos evangélicos, los samaritanos eran los habitantes de la región de Samaria, judaizados por la fuerza en tiempos de los Macabeos y de los Asmoneos, pero siem­pre recalcitrantes contra el Templo y su culto. Aunque Jesús pasó frecuentemente por su territorio, es poco probable que se extendieran fuera de sus ciudades y al­deas, dada su rivalidad con los judíos.
   Se hacían descender de Samaría, capital fundada por el rey Omri (que reinó en 876-869 a.C.) y construida en el monte adquiri­do a Sa­mer. Los asirios conquistaron la región a finales del siglo VIII a. C. (2 Rey. 17. 1-6, 24) y destruyeron la ciudad el 721.
   Deportaron a los habitantes y trajeron  colonos extranjeros para repoblarla. Los habitantes, impuros por no judíos, practicaron un culto yawehísta superticioso, considerando sólo el Pentateuco como libro sagrado y rechazando el culto del Templo.

  Herodes el Grande reconstruyó Samaría y la denominó Sebaste (Augusta en nombre romano y ofrecido al Emperador del mismo nombre). Los samaritanos sufrie­ron una casi total destrucción en la sublevación judía (66-70). Sobrevivió un pequeño grupo, que ha llegado decadente hasta hoy con sus cultos y tradiciones, al menos en la conciencia de los que se llaman descendientes de los primitivos.
   Su nombre quedó asociado a los cristianos, por las simpatías demostradas por Jesús: parábolas del buen samaritano (Lc. 10. 33), conversación con la samaritana (Jn. 4. 4-28), evangelización inicial (Hch. 1. 8), etc.

   11. Galileos

   También formaba grupo aparte en tiempo de Jesús el conjunto de habitantes de la región de Galilea, en donde se superponía a los restos de los antiguos habitantes del Reino de Israel multitud de personas venidas al construirse ciudades helenísticas para colonizar el terreno.
   Es región montañosa y tiene definidas zonas diferentes: la Galilea superior, al norte, y la Galilea inferior, al sur. Los picos de Galilea superior alcanzan los 900 m; el Hare Meron se eleva a 1.208. La del sur tiene buenas llanuras, fecundas en los tiempos romanos como tierras de cereales y de ganadería, de olivos y de viñedos.
   Cafarnaum, ciudad en donde vivían varios de los Apóstoles, fue donde Jesús residió al marchar de Nazareth. Tenía unos dos millares de habitantes de todas las razas, creencias y procedencias. Tiberias, levantada como capital de su Reino por Herodes Antipas, se construyó sobre un cementerio antiguo y eso dificultó que en ella se establecieran judíos, siendo poblada por muchos paganos de todas las procedencias.
   Otras localidades como Nazareth, Caná, Corozaim, Betsaida, que aparecen en los textos evangélicos, se hallaban pobladas por diversidad de moradores.
   Es normal que en Judea y en Jerusalén, los galileos fueran considerados con desprecio y se hablara de la Galilea de lo gentiles y se denominara en general a los galileos como impuros, supersticiosos, violentos e irreligiosos.
    Los restos de la sinagoga que se excavaron en 1981 bien pudieron ser los que Jesús conoció en sus diversas estancias en ella.

 

   12. Publicanos 

   Se denominaba tal, hombre público, a los recaudadores de impuestos. Solían perte­necer a familias que contrataba estos servicios y vivían de esta actividad. Entregaban a la autoridad de quien dependía la cantidad estipulada: a los romanos, a Herodes, a los oficiales delegados.
   Especulaban e interpretaban en lo posible en beneficio propio las cuantías y las formas y con frecuencia realizaban los embargos a los morosos o insolventes. Era personas particulares en lugares pequeños; pero  en los más extensos o poblados podían tener servidores a su servicio (jefes de publicanos) para el cumplimiento de su oficio.
  Los impuestos ordinarios eran recaudaciones por las operaciones mercantiles o tributos periódicos cuantificados por la autoridad. En ocasiones los tributos eran extraordinarios exigidos a las poblaciones. Percibían una cantidad de lo recibido para sí como emolumento, pero tenían reputación de usureros y ladrones.
   Como eran reconocidos como pecadores públicos, los judíos no trataban con ellos, por lo que los fariseos se escandalizaban de que Jesús comiera con ellos (Mt. 9. 10;  Mt. 11. 10; Mt. 18. 17). Eran asociados con frecuencia con los gentiles y con las prostitutas (Mt. 21. 31).
   Jesús llamó a uno de ellos para ser su discípulo mientras estaba en la mesa del tributo: Leví o Mateo el publicano (Mt. 10. 3 y Mc. 2. 14). Era un grupo minoritario, pero siempre citado como ejemplo de personaje odia­do y denostado.

   13. Pobres

   Los pobres están siempre presentes en la Escritura Sagrada (anawim en hebreo, ptojos en griego) y reflejan las clases bajas de la sociedad (pobres) y las más indigentes (mendigos)
   Mas de la mitad de la población en el siglo I eran "pobres" sin llegar a ser mendigos. Pero los pobres totales y carentes abundaban en exceso.
   Los pobres sencillos, los normales, carecían de cualquier propiedad o seguridad y tenían que vivir de su trabajo diario: siervos y soldados, criados, jornaleros y artesanos, esclavos y funcionarios de rango inferior. Su alimento, habitación o vestido dependía de cada día, y de cada lugar, circunstancia o fortuna.

   Si las cosas les iban mal, podían llegar a la indigencia, como el caso de los incapaces de trabajo, de los enfermos abandonados a su suerte, de los huérfanos desprotegidos, que abundaban a las entradas de los pueblos y ciudades o de los lugares de culto, como Templo de Jerusalén y sinagogas, reclamando la caridad de los asistentes.
   En algunos lugares tenían el deber de esconderse al paso de los personajes de elevada posición social e incluso no podían ingresar en las sinagogas o en el Templo de Jerusalén, salvo ocultando que lo eran.
   Su número se incrementaba en perío­dos de hambre, de peste o cuando los desórdenes sociales perturbaban la natural fluencia de bienes y mercancías
   Los pobres no tenían ninguna consideración social ni protección, falleciendo con frecuencia en las calles o en los caminos y siendo incluso enterrados sin ningún rito funerario que declarara su pertenencia al Pueblo santo.
   Era el caso de los extranjeros, de los soldados de paso, de los enfermos sin hogar, de los recién nacidos que morían.
   En los tiempos antiguos los pobres fueron repetidamente citados por los profe­tas para condenar la prepotencia de los ricos o de los poderosos. También son frecuentemente recordados en los libros sapienciales (Prov. 12. 17; Job. 5.15; Sal. 72. 12-14; Ecclo. 35. 13-24)
   Jesús los alude frecuentemente, para susci­tar llamadas a las justicia, siendo la pará­bola de Epulón (Lc. 12. 19-31) la más significativa. Pero sus palabras, alabando con preferencia a los pobres, fueron muy claras ante sus discípulos:
    - Bienaventurados los pobres: Mt. 5.3.
    - Se anuncia el Evangelio a los pobres: Mt. 11. 5
    - Da lo que tienes a los pobres que encuentras: Mc. 10. 21
    - Siempre habrá con vosotros: Mc.14.7
    - Si das un banquete, llama a los po­bres. Lc. 14.13
 
    Los discípulos asumieron perfectamente el mensaje de Jesús sobre esta clase del pueblo. Desde los primeros momentos cuidaron de dar limosna a los pobres y tratar de que entre ellos no hubiera pobres estableciendo un sistema de ayudas y repartos que hacia admirable la primera comunidad. (Hch. 2. 45;  Hch. 3.5; Hch. 4.34; Rom. 15. 26; Gal. 2. 10; Sant. 2. 2; Sant. 2. 5)